martes, 10 de noviembre de 2015

El Monstruo de Mamera




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Mamera es en cierta forma un sitio singular, es uno de los pocos barrios caraqueños cuyas casas se alinean en cuadrícula sobre una explanada, muchos de sus habitantes provienen del occidental sector de Gramoven, desde el que llegaron a finales de los 70 al quedar damnificados.
Cuando caminas por sus veredas la gente te mira curiosa, comenta por lo bajo y luego sigue en lo suyo. Los fines de semana las voces de Celia Cruz y Daddy Yankee se mezclan con los saludos amistosos entre vecinos. En alguna esquina los muchachos driblan un balón y en otra los sempiternos rumberos preparan la juerga. Como en cualquier vecindario del mundo ocurren historias, la mayoría de ellas no pasan del ámbito domestico, otras como ésta trascienden con toda su tragedia a las rotativas y pantallas de televisión.
El tema que abordamos hoy pasó a la historia como “El triple crimen de Mamera”.  Es un caso lleno de misterios, con más preguntas que repuestas y en el que se pone en evidencia la descomposición de una sociedad en la que no parecía existir mayor diferencia entre policías y delincuentes. Un hecho espantoso que, de no ser por la tenacidad de una madre, seguramente hubiese quedado impune por omisión, complicidad y apatía.

La noche del viernes 11 de enero de 1980, Rosa Elena Pinto, a quien apodaban “La Chena” fue como de costumbre al barrio San Pablito a buscar a sus amigos Douglas y Efraín para ir a estudiar. Los tres asistían a clases nocturnas en la escuela Cuatricentenaria de Caricuao; Chena con 17 años, cursaba el primer grado de educación básica; Douglas con 16 estaba en el sexto grado; Efraín de 17 y el más tímido y retraído de todos, estudiaba 4to grado. Los muchachos en el día trabajaban como avances en una fábrica de harina y con lo poco que ganaban contribuían al ingreso familiar.
Lo de ir a la escuela era más bien una excusa, pues desde hacía tiempo habían dejado de asistir, preferían quedarse por allí cerca para tomarse algunos tragos y conversar. Los viernes se iban en grupos más grandes a pasarla bien en la discoteca Roca Negra, donde los administradores se hacían de la vista gorda con los menores de edad. Ese era el plan para ese día, así que Chena se fue con los chicos hasta la segunda vereda del vecino barrio de Mamera, donde vivía con su madre para ir a buscar a su hermana y de esa forma completar las parejas para el baile. Mientras Chena entraba a la casa, Douglas y Efraín se quedaron afuera a esperar sentados encima de un auto abandonado pues al parecer no eran bien vistos por los familiares de la chica.
Pasado un buen rato, Moraima, la hermana de Chena salió para avisarles que no podían ir a la discoteca porque ésta se sentía mal; sin embargo, ya los jóvenes no estaban, la calle estaba desierta. Moraima los buscó por los alrededores y al no encontrarlos se metió a la vivienda. Aquella noche los padres de Douglas y Efraín se quedaron esperando por ellos, ninguno regresó a la casa.
Argenis Rafael Ledezma “El Monstruo de Mamera”
La recluta arrancó a Argenis Rafael Ledezma de su pueblo natal un día de 1967; ese año fue llevado al Centro de Adiestramiento de Conscriptos del estado Táchira y los dos siguientes prestó servicio militar en Teatros de Operaciones antiguerrilla: el TO 5 de Yumare y el TO 3 de Cocollar en el estado Sucre, su servicio concluyó con el grado de cabo segundo el 10 de julio de 1969 en el batallón Páez de San Juan de los Morros, estado Guarico.
De vuelta a la vida civil tenía que buscar la manera de subsistir. En el cuartel alguien le había comentado que el gobierno tenía la intención de crear una policía metropolitana para la ciudad de Caracas, así que se fue hasta el centro de instrucción ubicado en El Junquito donde ingresó el primero de agosto de 1969. Cuando en diciembre de ese año fue oficialmente creada la Policía Metropolitana del Distrito Federal y estado Miranda,  Argenis Rafael Ledezma era uno de sus primeros efectivos. Le fue asignada la placa 183 y lo destacaron a la zona 3 en Caricuao.
Rosa Elena Pinto “La Chena”
Allí estaba en 1974 cuando conoció a la Chena, al verla se sintió atraído por ella, aunque era una situación ciertamente irregular pues ella solo tenía 11 años y él era el novio de su madre. Sin embargo, al policía no pareció incomodarle mucho este par de “detalles” porque dos años después dejaba a la mamá de Rosa Elena Pinto para casarse con ella.  La pareja se trasladó a un rancho que Ledezma había comprado por 5.500 bolívares en el barrio San Pablito y allí comenzaron una espinosa vida marital.
Chena le dio a Ledezma dos hijos en rápida sucesión, ella se quedaba en casa mientras él trabajaba, la relación tenía sus altibajos pues ella era prácticamente una niña y él debía ausentarse con frecuencia para cumplir los exigentes turnos del trabajo policial. En una ocasión Argenis Ledezma propuso a su esposa que estudiara, al parecer la chica jamás había ido a la escuela; así que comenzó sus estudios formales en el primer grado de educación básica. Al poco tiempo empezó una nueva vida para la chica y un dolor de cabeza para el policía: un grupo de muchachos del barrio asistía a la misma escuela nocturna que su joven esposa, como es natural nació una relación de amistad que se fue estrechando con los días. Siendo todos de la misma edad tenían los mismos gustos e intereses, así que de pronto Chena sintió que su puesto no estaba con aquel odioso policía sino con sus nuevos amigos. En el barrio comenzaron a comentar con malicia: “por allí anda la mujer del policía, tomando anís y bailando con unos tipos”. Los rumores llegaron a oídos de Ledezma quien le reclamó a su mujer una y otra vez pero la muchacha seguía en lo que le gustaba: salir de rumba cuando Ledezma se ausentaba. En una ocasión éste se quejó con una comadre que vivía cerca diciéndole “Ya estoy cansado de andar haciendo de padre y madre y de la falta de respeto”.
Martín Enrique Mijares “la manzana de la discordia”
En noviembre de 1979 tras varios atajaperros la Chena decidió abandonar a su esposo. En un gesto exento de dramatismo cogió sus cosas y se devolvió a la casa de su madre en Mamera. Por esa época ya conocía a Martín Enrique Mijares, un mozalbete de 14 años, estudiante del primer año de bachillerato y amigo de los amigos de Chena. La chica se sintió atraída de inmediato; Martín era pequeño pero fornido; sus amigos lo apreciaban por su contagiante alegría de vivir; el muchacho asistía a las fiestas del grupo y mientras Douglas se hacía novio de Moraima, la hermana de Chena, él se hacía novio de ésta. Muy pronto en aquella sopa de hormonas con etanol pasó lo que tenía que pasar. Martín que antes de Chena no había tenido mujer enloqueció, no veía la hora de estar con ella y a pesar de las advertencias se paseaba con la chica por el barrio sin importarle mucho que los vieran.
Más de un alma prudente le dijo que tuviera cuidado pues la Chena, aunque separada, seguía casada con el policía; pero el muchacho no atendía a razones. Por el contrario, junto al grupo se dedicó a ridiculizar impunemente al distinguido Ledezma, apenas lo veían asomar la cabeza por el barrio comenzaba una andanada de indirectas acompañadas de fuertes risotadas. El policía en aparente calma les pasaba por un lado y les dedicaba una mirada zorruna.
argenis rafael ledezma
El sábado 12 de enero de 1980 los vecinos de San Pablito comentaban la misteriosa desaparición de Efraín Irausquín Rodríguez y Douglas Nieves, no habían dormido en casa y nadie parecía haberlos visto desde que salieron con Chena a buscar a Moraima en Mamera, en la tarde cuando Martín se enteró llegó a la segunda vereda y preguntó a su novia por los muchachos, ésta le contó lo que pasó la noche anterior y le dijo que tampoco tenía información. Ante aquello y según relató meses más tarde la Chena, Martín se mostró bastante nervioso y le afirmó que tal vez algo malo le había pasado a sus amigos.
El domingo 13 no se sabía nada y la Chena decidió mudarse a casa de Douglas alegando que deseaba colaborar en la búsqueda de los muchachos, en aquel momento realmente no había mayor angustia en ninguna de las dos familias pues pensaban que los chicos podían estar reclutados (para la época, en Venezuela el servicio militar era obligatorio y el primer mes de cada trimestre se organizaban verdaderas partidas de caza con recompensa incluida para prender a los jóvenes en edad militar), pese a que ninguno de ellos era mayor de 18 años, era posible que se los hubiesen llevado por su aspecto físico. Se hizo la diligencia en los centros de alistamiento y no estaban, se fueron a los retenes policiales, hospitales y la morgue y nada. No aparecían.
El mismo domingo en la noche el distinguido Ledezma se presentó en casa de la familia Nieves y ofreció ayudar, pidió fotografías y datos de los muchachos para comenzar a investigar su posible paradero; luego de conversar con los padres de Douglas y Efraín aprovechó para intentar un acercamiento con Chena, le pidió que volviera con él pero ella se negó.  Con la excusa de estar buscando a los jóvenes, Ledezma visitó la casa por tres días seguidos, hablaba unos minutos con los familiares y luego se ponía a hablar con su esposa, primero le pidió, luego le rogó y por último le exigió regresar, lo que comenzó como un acercamiento terminó en agrias discusiones y en algún momento llegó a golpearla frente a los dueños de casa, por lo que estos para no tener que seguir soportando aquello le pidieron a Chena que regresara a casa de su madre.
Desaparece Martín
Durante aquellos días, Martín quien parecía sospechar algo, extremó los cuidados para verse con Chena, ahora esperaba que el barrio estuviera dormido subía a la azotea de su casa, se deslizaba luego por un poste del alumbrado público e iba al encuentro de su amante. Su hermano recordaría después que por aquellas fechas Martín se veía normal, quizás un poco retraído y triste por la desaparición de sus amigos pero no por ello dejó de hacer las cosas que siempre hacía, en la mañana se iba al liceo y al regresar por la tarde preguntaba invariablemente por Efraín y Douglas.
El jueves 17 de enero, día en que iba a morir, Martín salió bien temprano de su casa, antes le pidió a su hermano que le prestara una correa, éste se la dio y el chico llegó a tiempo para sus clases, estuvo en el aula de 7 a 9 de la mañana y luego se fue a la biblioteca de la escuela para trabajar en una investigación, allí estuvo hasta las 12 del mediodía, hora en que se despidió de sus compañeros  para volver a casa; solo que nunca llegó. Desde ese día y hasta hoy no se sabe donde pueda estar.
Al ver que su hijo menor no regresaba, la señora Carmen Amada, mujer de armas tomar, decidió averiguar de inmediato que había pasado, estando al tanto de la extraña desaparición de los amigos de Martín fue hasta la casa de sus padres para ver que sabían ellos y ponerse al corriente de las diligencias practicadas. Se sorprendió al ver que realmente no habían hecho mayor cosa, los muchachos ya tenían días sin aparecer y sus familiares no habían formalizado la denuncia en la Policía Técnica Judicial (PTJ), hasta ahora se habían conformado con una búsqueda superficial quizás confiados en las supuestas diligencias que hacía el distinguido Ledezma.
Carmen optó entonces por revelar sus sospechas: Aquellas desapariciones resultaban muy extrañas pues si bien los chicos no eran un modelo de disciplina tampoco tenían graves problemas de conducta, se sabía ya que no estaban reclutados y en su caso era muy difícil un secuestro pues al ser pobres de solemnidad aquello no tendría ningún sentido. El único posible responsable que la madre de Martín veía en todo aquello era el distinguido Argenis Ledezma, pues era la única persona con un móvil: los celos. En el barrio era bien conocido el papelón que Chena hizo pasar a su esposo, el hombre era objeto de continuas burlas por parte de los vecinos y sobre todo de los muchachos; se sabía además que Martín y Chena eran amantes y se conocía la naturaleza violenta del policía. No podía ser nadie más, algo les había hecho Ledezma a sus hijos, era necesario averiguarlo.
Con aquella idea en la cabeza las tres madres se fueron hasta el Buró de Personas Desaparecidas de la Policía Técnica Judicial para poner la denuncia, el Comisario Eliécer José Pulido, jefe de aquella división las escuchó con atención, tomó nota de cada detalle y recibió las fotografías de los tres desaparecidos.
– Lo primero que hay que hacer – les dijo a las angustiadas señoras- es agotar las posibilidades de búsqueda así que de inmediato me pongo en ello con mis muchachos.
En los días siguientes, los detectives peinaron hospitales, cárceles, retenes, albergues, centros de reclutamiento militar y morgues. En ninguno de esos sitios consiguieron noticias. La señora Carmen insistía en acusar al policía metropolitano, pero en la PTJ quizás a falta de pruebas concretas no le hacían mucho caso. Llegó el segundo mes del año y la cosa parecía empastelada así que la mujer movió su siguiente pieza en el tablero: denunció las desapariciones en la prensa. El dos de febrero la opinión pública nacional tuvo las primeras noticias del tema, un medio tituló: “Tres crímenes sin cadáveres investiga la PTJ en caso de los jóvenes desaparecidos” y en un extraño silogismo comparó aquel hecho con el drama de Shakespeare “Romeo y Julieta”.
El año mediático de Argenis Ledezma
Argenis Ledezma fue citado a declarar; los detectives lo pusieron al tanto de las acusaciones hechas contra él por las madres de los desaparecidos. Las negó tajantemente y con indignación señaló que él mismo se había ofrecido para investigar las desapariciones, dijo que de los tres muchachos conocía a Douglas y a Martín porque eran vecinos y amigos de su esposa, al otro no lo conocía.
– En una ocasión incluso los invité a tomarse unas cervezas en mi casa porque sabía que eran muy amigos de Chena – declaró en PTJ – Lo que pasa es que la señora Carmen me la tiene jurada por un problema que tuve con uno de sus hijos hace algún tiempo.
Los funcionarios de la PTJ no picaron ese anzuelo, antes de Ledezma ya habían tomado declaración a un nutrido grupo de testigos procedentes de San Pablito y Mamera. Varios afirmaron que un día antes de la desaparición de Martín, Ledezma propinó una golpiza a su esposa y que en varias ocasiones el distinguido amenazó públicamente al muchacho. Los vecinos afirmaron que entre el policía y los muchachos había roces por la relación amistosa de éstos con su esposa y dos de los declarantes soltaron un dato significativo: la noche en que Douglas y Efraín desaparecieron, ellos vieron que los subían a un jeep de la Policía Metropolitana. El sábado 2 de febrero Ledezma fue retenido en el comando central de la Policía Metropolitana.
Un diario tituló al día siguiente: “Policía ejecutó y enterró a los tres jóvenes cegado por los celos, indican las hipótesis” el sumario abría con lo siguiente: “Esta detenido en la Policía Metropolitana y la PTJ promete resolver el caso en 3 días”.
Esos tres días se convirtieron en un año. La investigación se truncó, los comandos de la PM se erigieron en obstáculo que no dejaba llegar al acusado, la PTJ argumentaba de manera absurda que mientras Ledezma no fuera destituido ellos no podían hacer más nada; aparte estaba el hecho de que los cadáveres no aparecían y “sin cuerpo del delito, no hay crimen”. Durante varios días los detectives excavaron en los cerros cercanos a Mamera y San Pablito sin éxito, se siguió citando gente a declarar y mientras más hablaban más indicios recababan contra Ledezma.
El domingo 3 de febrero de 1980, la directora de relaciones públicas de la Policía Metropolitana aclaró que Ledezma no estaba detenido sino “retenido”, el mismo día el coronel Luis Altuna Poleo, segundo comandante de ese cuerpo declaró que la institución ni lo acusaba ni lo defendía, manifestando que no existían pruebas determinantes en contra del distinguido. El lunes 4 afirmó que Ledezma sería entregado a la justicia cuando se comprobara fehacientemente su culpabilidad en la desaparición de los menores, y que por los momentos no sería presentado a la prensa, pues en su contra se había desatado una campaña sin pruebas.
Así pasaron los meses y en abril, el policía estaba de regreso en su casa, no aparecía nada concreto que lo vinculara con las desapariciones; el primero de mayo día en que Chena cumplía 18 años estaba de vuelta con Ledezma. En una entrevista que concedió al periodista William Becerra en presencia del agente dijo que “no bastaba con decir que su esposo era culpable, debían comprobárselo”. Durante toda la entrevista se mostró bastante nerviosa. Relató cual era su relación con los muchachos y las cosas que hacían juntos, a cada pregunta del reportero miraba a su marido y éste le decía: “contesta… contesta… di lo que tú sabes”. En algún momento expresó que se sentía orgullosa porque a Ledezma le habían concedido en dos ocasiones el premio como mejor policía del mes. Esa luna de miel no duró mucho, pues en julio estaban separados nuevamente y Ledezma vivía con otra mujer, mientras tanto el expediente había pasado al Tribunal XVIII de Instrucción sin indiciados.
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Los otros policías involucrados
A mediados de 1980 aparecieron algunos datos claves, la hermana de Douglas Nieves, uno de los desaparecidos afirmó que el 17 de enero ella había visto a Martín cuando iba del liceo a su casa, al querer saludarlo notó que dos tipos lo seguían, intentó avisarle pero no pudo porque los nervios la dominaron e impotente vio como el muchacho era abordado con cierta violencia y subido a un vehículo. Los detectives procedieron a elaborar retratos hablados de aquellos sujetos, que sirvieron para identificar a dos funcionarios de la PM, amigos de Argenis Ledezma: Luis Hernán Márquez y Tairo Aristiguieta. Cuando las fotografías de éstos fueron mostradas a las personas que decían ser testigos del arresto de Douglas y Efraín la noche del 11 de enero, afirmaron que se trataba de los mismos policías que se habían llevado a los muchachos en el jeep blanco.
En una requisa efectuada a la vivienda de estos policías, los detectives de la PTJ encontraron el croquis de un paraje del parque nacional El Ávila, por lo que presumieron que podía tratarse del sitio donde estuvieran enterrados los muchachos, sin embargo las diligencias que hicieron fueron en vano. Meses después se sabría que significaba ese croquis: la trampa para una cuarta víctima mortal, la propia Chena.
El 28 de julio de 1980, el fiscal décimo del Ministerio Público, doctor Pablo González Ponce solicitó una averiguación de nudo hecho contra Ledezma y un grupo de policías por estar presuntamente involucrados en la desaparición; la diligencia fue practicada ante el juez decimoctavo de instrucción, doctor Frank Veccionache. Ese mismo día se supo que dos de los policías investigados habían salido del país con rumbo a los Estados Unidos. Ledezma entretanto seguía afirmando cínicamente que el no le había hecho nada a esos muchachos.
En ese mismo mes, el propio Ledezma pidió ser sometido a la prueba del pentotal sódico o suero de la verdad. En el acto estuvo el fiscal Pablo González con un equipo de especialistas médicos y toda la plana mayor de la Policía Metropolitana; increíblemente luego de una hora de interrogatorio, el policía salió totalmente indemne. En todo momento afirmó que no sabía nada del caso. Mientras tanto la señora Carmen Amada Maizo de Mijares no cejaba en su empeño por conocer la verdad, gracias a ella el caso se mantuvo a la vista de la opinión pública.
De los dos policías señalados como cómplices de Ledezma solo Tairo Aristiguieta fue detenido, a él lo señalaban como el chofer del jeep donde se llevaron a los muchachos.
Al cumplirse un año las cosas seguían en punto muerto, Ledezma continuaba gozando de la protección de sus superiores y la PTJ pese a tener una gran cantidad de indicios no procedía a la detención. La excusa era la misma del año pasado: “sin cuerpo del delito no puede haber crimen” lo que no decían era que para poder tener los cuerpos del delito necesitaban tener manos libres para interrogar al policía y mientras no lo tuvieran exclusivamente a la orden de la PTJ, aquello no sería posible. El cuento del gallo pelón.
Cansada de tanta payasada, la señora Carmen Amada decidió ir a hablar directamente con el dueño del circo, a mediados de febrero se apostó en la puerta del palacio de Miraflores solicitando audiencia privada con el Presidente de la República. No se movería de allí hasta no ser atendida.
¡Y por supuesto que tuvo que ser atendida! El presidente Luis Herrera Campins la recibió en su despacho y durante diez minutos la escuchó con total atención, de inmediato y en su presencia ordenó que lo pusieran en contacto con el director de la Policía Técnica Judicial, cuando lo tuvo en línea le solicitó un resumen completo del caso y los resultados de la investigación. Durante otros diez minutos el presidente estuvo escuchando atentamente, al terminar con el director de la PTJ pidió que le llamaran al comandante de la Policía Metropolitana, a éste sin mayores rodeos le ordenó que de inmediato destituyera al distinguido Ledezma.
Dos días después, a las tres de la mañana del 28 de febrero de 1981  Ledezma confesaba ser el autor del triple homicidio. Luego de firmar la confesión en presencia de una juez superior y dos fiscales, llevó a las comisiones policiales al sitio en el que había asesinado y enterrado a Douglas y Efraín, allí relató lo que había pasado aquella noche del 11 de enero.



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El Monstruo de Mamera Parte II


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“Los maté por defender mi honor”
La noche del 27 de febrero de 1981, el ex distinguido Argenis Rafael Ledezma fue llevado a la sala de interrogatorios de la Policía Técnica Judicial (PTJ), junto a él iban dos fiscales del Ministerio Público y la juez VII en lo penal, doctora Sofía Cardot de Briceño. Al fin y gracias a la gestión hecha ante el presidente Luis Herrera por la señora Carmen Amada; el indiciado por la desaparición de tres jóvenes del barrio San Pablito estaba a la entera disposición de las autoridades.
Ya no portaba el uniforme ni la placa 183 de la Policía Metropolitana, había cesado el apoyo que en todo momento le dio la directiva de aquel cuerpo policial. Ledezma se veía cansado y sudoroso, por primera vez no se advertía en su rostro la altivez de los pasados 13 meses. El interrogatorio sería dirigido por el jefe nacional de investigaciones, comisario Carlos Jiménez López en compañía de los detectives Javier Gorrino y Armando Lazo. Todos los presentes sabían que estaban ante un hueso duro de roer, un hombre que pasó incólume la prueba del pentotal sódico y que llegó incluso en algunos momentos a proponer burlonamente métodos de investigación.
– “No hay crimen perfecto sino mal investigado” espetó un día a los policías.
Aquella noche llevaba camisa roja algo ajustada al cuerpo y pantalón verde cuyos ruedos acampanados ocultaban unos bien pulidos botines de suela gruesa, sus 80 kilos repartidos en un cuerpo más bien bajo se hundieron en la vieja silla que le fue asignada por los agentes. Ledezma observaba a los que lo rodeaban con mirada taimada, sabía que pronto comenzaría el combate y estaba dispuesto a ganarlo de nuevo. Repasaba en su mente la respuesta que daría a cada pregunta, como policía y antiguo efectivo anti insurgencia sabía que no podía contradecir lo dicho en anteriores interrogatorios. Los funcionarios por su parte buscarían la forma de quebrarlo, intuían que le faltaba poco, Ledezma se notaba cansado y nervioso.
Comenzó la ronda que se extendería por largo rato, los interrogadores estaban dispuestos a hostigar al indiciado como una jauría que acosa a su presa hasta debilitarla; detectives, jueza y fiscales lanzarían preguntas como furiosas dentelladas, cada uno a su turno; no lo dejarían descansar; no le darían salida. Ledezma lo sabía y trataba de resistir, contestaba con evasivas y negaba donde podía. Llegó la medianoche y con ella el último día del mes, jarras de agua y termos de café se llenaban y vaciaban velozmente. En la sala los efluvios de sudor se mezclaban con el alquitranado olor del cigarrillo, al fondo solo se podía oír el monótono teclear de la maquina taquígrafa, afuera el rechinar de celdas que se abrían y pasos apurados en medio de voces apagadas.
– Diga usted dónde estaba la noche del 11 de enero de 1980 – Preguntó uno de los detectives con la rutinaria fórmula policial.
– Fui a recibir a un compadre que venía de San Cristóbal, pero como no llegó regresé a mi casa luego de pasar por el apartamento de mi comadre.
– Diga usted donde estuvo al mediodía del jueves 17 de enero de 1980
– Salí de mi casa aproximadamente a las 12:30. Me dirigí al cine metropolitano con intenciones de ver la película La casa del horror, pero a última hora desistí.
– Diga usted si hay alguna persona que pueda atestiguar eso que afirma.
– Realmente muy poca gente – contestó Ledezma no muy seguro.
– Diga usted si hay algo de cierto en la afirmación hecha en su contra por la ciudadana Carmen Amada Maizo de Mijares, madre de Martín Mijares uno de los jóvenes desaparecidos.
– Son chismes de esa señora Mijares – Respondió alterado el ex policía – Ella seguramente me esté cobrando un problema viejo, del año 78. En esa oportunidad, uno de sus hijos, Toño, le faltó el respeto a mi esposa por lo que fui a su casa y le reclamé. La madre nunca me perdonó por eso está tan interesada en involucrarme.
Las preguntas iban y venían, Ledezma nunca monosílabo, más bien se extendía en largas consideraciones, como la que hizo ya avanzada la madrugada sobre su participación en la “búsqueda” de los muchachos.
– Yo mismo ayude junto a mis compañeros de la metropolitana a buscar a los muchachos, incluso fui donde un brujo que me dijo: “Ledezma, no te preocupes, que los muchachos están vivos y cerca de Caracas; pero ten cuidado porque alguien te quiere destruir físicamente”.
Ante la mirada maliciosa de los presentes, el interrogado sentenció que el espiritismo era para hacer el bien y relató que desde hacía tres años acudía regularmente a sesiones espiritistas, volvió la vista hacia el comisario Jiménez López y le confesó lo siguiente:
– Mire, comisario, yo estaba buscando una foto suya para hacerle un mal, pero a última hora decidí lo contrario porque yo no le guardo rencor.
En ese punto los detectives le pidieron que se quitara la camisa; en su torso desnudo se apreciaba un collar y en el talle un cinturón, ambos típicos de los usados en santería. Le preguntaron que por qué llevaba eso puesto y él respondió que el collar era para la buena suerte y el cinturón se lo habían preparado contra el mal. Cuando le ordenaron que se quitara el collar Ledezma con evidente nerviosismo se negó, así que los detectives le arrancaron el collar y luego le quitaron el cinturón, a partir de ese momento el hombre perdió la poca seguridad psicológica que le quedaba y se derrumbó.
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A las tres de la mañana Ledezma confesó ser el autor del triple crimen. Inundado en sudor y con los ojos vidriosos firmó la declaración. De inmediato los detectives, la juez y los fiscales acompañaron al reo al sitio en el que había asesinado y enterrado a dos de los muchachos: Efraín y Douglas. En medio de una triste y pertinaz llovizna los funcionarios llegaron a las inmediaciones de la hacienda Mamera, ubicada en un cerro al frente del barrio del mismo nombre. A unos trescientos metros de la falda y bajo un tremendo lodazal estaban las osamentas, no hubo necesidad de excavar mucho, pronto afloraron los restos de lo que alguna vez fueron dos alegres chicos. Los cuerpos habían sido enterrados por el asesino bajo matas de cují, como para ocultarlos de posibles miradas curiosas. Los forenses apuntaron que una de las osamentas se encontraba parcialmente quemada.
Ledezma con voz fría y en tono neutro afirmó
– Los maté por defender mi honor, el de mi hogar… y los maté con mis manos, no necesité ayuda de nadie. Para poder secuestrarlos los abordé a las 8 de la noche en una panadería del barrio Mamera, les mostré mi placa y les ordené que me acompañaran pues estaban implicados en una investigación. Los traje a esta zona y los esposé a dos árboles; al primero que maté fue a Douglas, lo estrangulé con mis manos, el otro gritaba pero en esta soledad solo yo podía oírlo, luego me ocupé de él con una cuerda.
Los policías al notar que los restos estaban sin ropas preguntaron a Ledezma por las mismas y él contestó tranquilamente:
– Después de matarlos los desnudé para que los cadáveres se descompusieran rápidamente. La ropa me la lleve a otro sitio.
– Las osamentas están parcialmente calcinadas, le advirtió un policía. ¿Trató usted de quemar los cuerpos?
– No, yo no hice nada de eso. Si se quemaron, tal vez fue por algún incendio forestal ocurrido posteriormente.
Al terminar allí, las comisiones cruzaron la ciudad para llegar al punto donde según Ledezma estaba el cuerpo de Martín, la ribera de una quebrada que colinda con la avenida Boyacá en el este de Caracas y que esta al frente de una planta generadora de energía termoeléctrica. Allí, también sin ropa y semicubierto por hojas secas y basura estaba una osamenta que el asesino aseguraba pertenecía a Martín.
De nuevo comenzó el gélido relato del triple homicida:
– Ante el revuelo que había causado en el barrio, la desaparición de los otros dos muchachos, aproveché para localizar a Martín. Lo encontré frente a un bloque de Caricuao y le hice saber que sus amigos, Efraín y Douglas habían aparecido, que tenía que ayudarme. Contraté los servicios de un taxi y juntos llegamos a la avenida Boyacá. Para poder esposarle las manos le advertí luego que estaba complicado en la desaparición de sus amigos. Él me creyó y al llevarlo a un solitario lugar, cerca de El Marqués, lo maté, estrangulándolo. En otra versión Ledezma habría confesado que primero había esposado al joven y luego solicitó un taxi, le explicó al conductor que llevaba a ese menor hasta el retén de Los Chorros porque era muy peligroso, sin embargo al llegar al retén Ledezma no se bajó sino que le dijo al chofer que siguiera hasta la avenida Boyacá y allí pidió que lo dejaran. Luego de que el taxista se retiró, el policía mató al muchacho.
En los presuntos restos de Martín los anatomopatólogos apreciaron una quemadura en un brazo. Un elemento que despertó sospechas desde el principio sobre si esos restos eran realmente los de Martín era el hecho de que pasaran un año en una zona tan concurrida por deportistas y excursionistas y tan cerca de la avenida sin que nadie los notara. Los restos hallados en los dos puntos de la ciudad fueron colectados y llevados al Instituto de Medicina Legal de Bello Monte. A partir de aquel día el distinguido Ledezma sería conocido como el Monstruo de Mamera.
Los guerrilleros muertos por Ledezma
A media mañana se llevó a cabo una segunda visita a los dos lugares, esta vez en compañía de la prensa y en medio de la presencia de un nutrido grupo de curiosos y vecinos de Mamera y San Pablito. Allí los reporteros interrogaron al acusado y a los funcionarios implicados en la investigación. Sin inmutarse, Ledezma repitió que había cometido los homicidios en defensa de su honor e insistió en exculpar a sus amigos de la metropolitana.
– Lo hice yo solito, no necesité ayuda de nadie, es falso que alguien me haya ayudado, mis amigos son inocentes. Yo solo me basté para hacerlo pues he matado otras veces, una vez dejé caer un hombre desde un helicóptero. Era un guerrillero.
Días después en una entrevista concedida al periodista Ezequiel Díaz en la sede de la PTJ, Ledezma desmintió haber dicho eso.
– Han dicho muchas mentiras, una de ellas es que lancé a un guerrillero desde un helicóptero. Yo nunca me monté en uno de esos aparatos mientras presté servicio militar.
Sin embargo, meses antes, concretamente el 22 de agosto de 1980, el juez decimoctavo de instrucción, doctor Frank Veccionache solicitó a las Fuerzas Armadas de Cooperación un completo informe sobre las actividades de Ledezma de la época en que estuvo destacado en el campamento antiguerrillero de Cocollar en el estado Sucre, en esa oportunidad se habló de dos guerrilleras que resultaron muertas en torturas ejecutadas por Ledezma. Posteriormente el ex policía negaría siempre que estuviese implicado en actos de tortura, desaparición y muertes de subversivos en los años 60. Uno de los misterios que rodea este caso es si Ledezma fue honesto en este punto.
el monstruo de mamera ledezma
Una cuarta víctima: La Chena
Un elemento que trascendió en las investigaciones fue el hecho de que Ledezma había planificado asesinar a su esposa luego de la muerte de los tres muchachos. Al mostrarle el croquis de un paraje del parque nacional El Ávila conseguido en una requisa, y que en un primer momento se pensó que pudiera ser el sitio donde estuviesen enterrados los cuerpos, Ledezma les reveló cuales habían sido sus intenciones con aquel mapa. Luego de lograr que la muchacha regresara a vivir con él le inventó que aquel era el mapa de un tesoro que estaba enterrado en el Ávila y la invitó a subir con él para sacarlo. Su idea era aprovecharse de la ignorancia e inocencia de la chica para llevarla a un lugar solitario del parque y hacer con ella lo mismo que hizo con Efraín, Douglas y Martín; afortunadamente la muchacha no quiso ir y el macabro plan del policía falló. Años después Ledezma diría con cierto cinismo: “No la maté porque era la madre de mis hijos”.
¿Un triple crimen para un solo policía?
Una cosa que nunca se creyeron los investigadores fue que Ledezma actuara solo. En sus declaraciones sobre el caso había muchas contradicciones. Según Carlos Jiménez López era imposible que un solo hombre pudiera haber hecho todo eso sin ayuda. “A otra persona con ese cuento, Ledezma no pudo actuar solo. ¿Cómo dos muchachos como Efraín y Douglas dejaron apresarse por un solo policía, por qué Martín que ya estaba sobre aviso y había recibido amenazas por parte de Ledezma se fue tan tranquilo con él a buscar a sus dos amigos? El supuesto taxista por más que lo buscamos, nunca apareció y además hay testigos que aseguran haber visto que en las detenciones de los tres chicos actuaron varias personas”
Sin embargo, hasta el día de hoy Ledezma sigue diciendo que actuó solo, de los policías acusados junto a él solo Tairo Aristiguieta permaneció detenido unos meses, luego sería liberado por falta de pruebas. Años después y estando Ledezma ya en la calle luego de cumplir su condena alguien le advirtió que Aristiguieta había estado en la ciudad donde se radicó finalmente, San Juan de los Morros, preguntando por él.
– Tairo se convirtió en mi enemigo, muchos policías decían que por mi culpa los habían expulsado de la PM, dicen que me estaba buscando pero no se qué quería. En aquella época Tairo era muy violento pero no me ayudó.
En los años 90 Tairo Aristiguieta sirvió de modelo para la creación de un personaje en una popular telenovela llamada Por estas callesEl personaje de ficción era conocido como “el hombre de la etiqueta”, un violento y cínico policía que asumió la misión de acabar con la delincuencia con sus propias manos. Secuestraba a los malhechores, los mataba y luego los abandonaba en algún paraje solitario, no si antes colgar en el dedo pulgar de uno de los pies una etiqueta que constituía su firma personal y una advertencia para otros delincuentes.
En febrero de 2002 Tairo Aristiguieta fue detenido y puesto a la orden de la fiscalía bajo la acusación de ser uno de los autores materiales del homicidio cometido contra tres soldados y una joven que para la época se congregaban en la plaza Altamira de Caracas en protesta contra el gobierno. La acusación de este horrendo crimen fue hecho por Edith Altuve, una joven de 15 años que logró sobrevivir milagrosamente luego de ser secuestrada, torturada y violada por un grupo que aparentemente estaba bajo el comando de los oficiales declarados en rebeldía. La orden de la masacre partió supuestamente del general Felipe Rodríguez, conocido como el Cuervo porque presumía que los soldados y sus novias eran informantes de los cuerpos de seguridad. En aquel grupo además de Tairo Aristiguieta habrían participado el cabo Pedro Sifontes, un teniente de apellido Varela, otro de apellido Colina, Luis Gregorio Chacín, Raúl Antonio “Fao”, Hugo Ordóñez y Gregory Humanes Castillo.
el hombre de la etiqueta
El triple crimen de Mamera visto por el cine
El drama pasional de San Pablito generó abundante material literario; entre los cuales se destacan el libro Un policía para un triple crimen de Alexis Rosas y Sandra Guerrero que en 1981 ganó el Premio Nacional de Periodismo y las películas Ledezma el caso Mamera del realizador Luis Correa y Macú, la mujer del policía de Solveig Hoogesteijn. La primera de ellas, un documental producido en 1982, ganó el premio municipal de periodismo y generó una gran polémica debido a que su director fue acusado por un tribunal del país de apología al delito y encarcelado por tres meses en la cárcel de El Junquito. La película fue prohibida y el premio le fue escamoteado. La prueba presentada para acusar a Luís Correa de apología al delito fue una nota periodística, en la que se asegura que el autor filmó parte de la trama en la cárcel donde estaba Ledezma y le pagó al mismo cierta cantidad de dinero por contar su historia. Una prueba si se quiere bastante endeble, como dato curioso está el hecho de que el juez de la causa jamás llegó a ver el documental. Ledezma el caso Mamera aún conserva el triste record de ser la única película venezolana censurada por los tribunales. Nuestros amables lectores recordarán que Luis Correa fue uno de los guerrilleros que en los años 60 dirigió el secuestro del astro del fútbol Alfredo Di Estefano, caso que publicamos en éste Blog hace algunos meses.
En 1987 los cineastas Olegario Barrera, Solveig Hoogesteijn y Milagros Rodríguez se unieron para lanzar el film Macú, la mujer del policía, película que marcó profundamente el imaginario colectivo al punto que mucha gente hoy día recuerda más a los personajes de ficción que a los reales, el mismo Ledezma en muchas ocasiones se ha referido a su ex esposa como Macú en lugar de Chena. En lapelícula, Argenis Ledezma recibe el nombre de Ismael, un policía que se convierte en el principal sospechoso de la supuesta desaparición de tres jóvenes del barrio La Calma, uno de esos jóvenes sería el amante de su esposa Macú. El reparto esta integrado por Daniel Alvarado, María Luisa Mosquera, Frank Hernández, Tito Aponte, Ana Castell y Daniela Alvarado. La música pertenece a Víctor Cuica y la fotografía es de Andrés Agustí.
macu la mujer del policía
Ledezma en la cárcel
A las 10:30 de la mañana del 4 de marzo de 1981, Argenis Rafael Ledezma fue trasladado al Retén Judicial de Catia, allí quedó recluido a la orden del Juzgado Quinto de Primera Instancia en lo Penal, ese día lucía una franela roja manga corta, un pantalón de kaki y una barba de varios días. Unas horas antes del traslado había declarado a la prensa ratificando lo dicho anteriormente.
– La Policía Metropolitana no está involucrada en este caso, cuando todo ocurrió yo disfrutaba de mis vacaciones y en ese tiempo no usé el uniforme ni el arma de reglamento. A los muchachos no los maté por celos, sino porque sentí ofendido el honor de mi hogar. Lean el libro Los perros de paja. Quizás el contenido de esa obra se refleja en mi casa. Efraín, Douglas y Martín bastante daño hicieron en mi hogar. Durante varios meses se dedicaron a hostigarme día y noche con expresiones públicas en contra de mi persona, de mi esposa e hijos. Yo bastante aguanté, tomando en cuenta que eran unos muchachos. Pero habemos (sic) hombres que tenemos un límite y ese límite llegó en enero del año pasado.
Cuando los reporteros le pidieron un relato pormenorizado de los crímenes, Ledezma respondió que sería muy largo y esa fue la primera vez que prometió que desde el sitio de su reclusión escribiría todo lo que la opinión pública no había podido conocer.
– Trataré – dijo – de escribir un libro sobre el caso Mamera, pero será un relato parecido al libro Los perros de paja.
Como bien sabrán nuestros lectores, Los perros de paja es una novela de Gordon Williams, cuyo título original es “The Siege of Trencher’s Farm”, un thriller que expone a la violencia como catalizadora de comportamientos humanos extremos. En 1970 fue exitosamente llevada a la pantalla por el director Sam Peckinpah y protagonizada por Dustin Hoffman, Susan George, Peter Vaughan y David Warner. En la adaptación para el cine, Hoffman hace el papel de un parsimonioso matemático de nombre David quien se traslada con su bella esposa a un pequeño pueblo escocés para evadir el alistamiento militar y un seguro envío a Vietnam, lamentablemente en aquel pueblo se topan con personajes agresivos que los someten a constantes intimidaciones y abusos. David soporta todo, hasta la violación de su esposa pero en los minutos finales de la trama explota y termina asesinando a seis de sus vecinos en una trepidante sucesión de escenas sangrientas y de alto contenido violento. Según las palabras de Ledezma, algo como esto sintió él en carne propia.
En los años siguientes el Monstruo de Mamera haría un periplo por diversas cárceles del país hasta que el 25 de octubre de 1985 le fue impuesta por el Tribunal Superior VII en lo Penal la condena definitiva a 30 años de presidio por el homicidio calificado continuado de los tres adolescentes. De la sede tribunalicia fue regresado a su celda en la cárcel de El Rodeo. El 15 de noviembre de 1985 fue trasladado a la Penitenciaría General de Venezuela en San Juan de los Morros, estado Guarico; allí debía compartir la celda con un compañero y entre las cosas que tenía estaba una pequeña cama, una cocina y dos sillas. Con el tiempo y debido a su decisión de proseguir estudios a distancia le facilitarían un viejo escritorio.
En 1997 cuando cumplió 50 años de vida y 16 de presidio, varios periodistas acudieron a entrevistarlo, encontraron a un hombre cambiado, con una nueva visión de las cosas y con deseos de reparar lo que había hecho practicando el bien al prójimo. Estaba en la misma celda pero ahora lo rodeaban libros de contabilidad y administración y fotos de familiares y amigos.
Los años vividos en la cárcel habían sido muy duros pero llenos de aprendizaje. Por su condición de ex policía, otros reclusos trataron de matarlo en varias oportunidades. El primer atentado lo recibió el 6 de enero de 1985, siendo huésped de El Rodeo, en esa oportunidad 11 hombres encapuchados, capitaneados por un compañero de apellido Navas lo rodearon con la intención de asesinarlo, según Ledezma al final no se atrevieron, El segundo atentado fue en 1989, cuando estaba encargado del psiquiátrico de la Penitenciaría General de Venezuela y varios presos se metieron para robarlo. En agosto de 1992 cuatro encapuchados lo encañonaron y el 24 de marzo de 1993 un vigilante y varios presos lo atacaron porque descubrió que pertenecían a la mafia de las drogas.
En otra ocasión lo obligaron a comer un arroz con carne, preparado con los restos de cuatro reclusos a los que sus compañeros habían asesinado y una vez vio como los internos jugaban fútbol con la cabeza de Hulkun recluso al que decapitaron en venganza por haber violado a algunas de las visitantes al penal.
El encierro y la violencia cotidiana en la que estaba inmerso lo llevaron a reflexionar sobre su propia vida, las cosas que había hecho, su actuación como policía, su relación con Chena y el triple homicidio.
– Estos años de cárcel se los debo a los celos, a Chena la hice sufrir demasiado. Ahora intento ser otra persona, quiero ayudar a mis compañeros a superar todo esto, quiero dedicarme a una vida distinta, quiero superar mi problema con los celos pues hay una señora aquí en San Juan que me gusta y al salir tal vez compre una casita para ponerme a vivir con ella.
macu la mujer del policía caso real
Sus estudios en la cárcel
Como producto de aquellas reflexiones, Argenis Ledezma decidió un buen día proseguir con sus estudios. Primero culminó el bachillerato y luego colocó tres opciones para la Universidad Nacional Abierta: derecho, educación y administración; de las tres le aprobaron la última, a la que se dedicó con empeño durante los diez semestres de ley, cuando le tocó hacer pasantías las realizó como encargado de llevar las cuentas de la cantina del penal. Durante esos años se dedicó a la enseñanza; las autoridades le encomendaron las cátedras de Geografía Económica, Historia Contemporánea y Castellano, cuyas clases impartía a sus compañeros de pena. Además motorizó una importante labor cultural en la que entre otras cosas llevó a cabo representaciones teatrales. En una ocasión pidió permiso para habilitar un área especial de trabajo artesanal en el que se dedicaría a recibir a internos amenazados de muerte o con fuertes problemas de conducta, allí serían acogidos por él para capacitarlos en la labor de confeccionar hamacas y chinchorros y ayudarlos hasta donde pudiera en la atención de sus dificultades.
El 15 de febrero de 2000 Ledezma fue puesto en libertad, había sido condenado a 30 años; pero por su conducta, su trabajo social, su labor como profesor y sus estudios universitarios le fueron perdonados 11. Había pasado 19 años como interno en distintos penales del país. Su carácter violento, su machismo, su altivez y la oscuridad en la que vivía le hicieron descender a los infiernos; solo que no se dejo arredrar, buscó fuerza en la flaqueza para ascender y para dejar atrás su infeliz pasado. Al salir a la calle ratificó su disposición de cambiar.
– En la cárcel entendí que la violencia genera violencia y que fui malo cuando era policía. Ahora quiero ayudar a los presos y a mi familia, quiero ayudar a los jóvenes porque no deseo que vivan lo que yo viví. Ahora pienso que lo más importante es la justicia, pero no la que hacía yo cuando era joven.
El 22 de mayo de ese mismo año a Ledezma le tocó vivir una tragedia personal, Luis Alberto uno de sus hijos decidió terminar con sus días dándose un tiro. Sus otros hijos, los procreados con Chena, siguieron visitándolo en la cárcel hasta 1994, luego no fueron más. En una oportunidad manifestó que no deseaba regresar al barrio San Pablito, pues aquello debía estar muy cambiado y tanto sus hijos como Chena estaban tranquilos y él no se sentía con derecho para ir a perturbar esa tranquilidad.
Para el año 2004 Argenis Rafael Ledezma trabajaba como administrador en la sede de Cervecería Regional de San Juan de los Morros, desde el escritorio que ocupaba prometió nuevamente escribir un libro sobre el caso; una novela que según sus palabras superaría en ira, crueldad y misterio a las películas Macú, la mujer del policía y Ledezma el caso Mamera y que sería mejor que todos los reportajes que se han escrito sobre él.
En este punto hay que decir que si bien Ledezma experimentó un importante cambio de conducta sigue debiendo algo, se lo debe a él mismo, a la sociedad, a la justicia que dice respetar y sobre todo a los familiares de Martín Mijares: ese algo es revelar el sitio en el que enterró los restos del muchacho.
¿Dónde esta el cuerpo de Martín Mijares?
Los restos que Ledezma señaló la mañana del 28 de febrero de 1981 como pertenecientes a Martín Mijares no eran realmente los del joven. Aquel día entre los periodistas, funcionarios y curiosos presentes en la avenida Boyacá flotó una interrogante: ¿Cómo había sido posible que un cadáver pasara todo un año en una zona tan concurrida sin que nadie los notara? Días después las dudas se reforzaron cuando los familiares recibieron las ropas asociadas a aquellas osamentas; ni la madre ni los hermanos reconocieron nada de aquello como perteneciente a Martín. Pedro Mijares, hermano mayor del occiso, aseguró que la policía le mostró dos correas pero que podía jurar que ninguna de esas correas era la que le había prestado a Martín el día en que fue asesinado.
En abril de 1997 Argenis Ledezma afirmó tajantemente que el cuerpo de Martín ni había aparecido ni aparecería nunca y aseguró además que había aceptado identificar los restos hallados en el Ávila como los del muchacho para encubrir a algunas personas involucradas en cuestiones oscuras. En aquella oportunidad no quiso decir más nada. Solo cuando estaba en libertad confesó que aquellas osamentas pertenecían realmente a una mujer llamada Sonia y a un hombre apodado “el tuerto”, delincuentes asesinados por un inspector de la PTJ y dos agentes de la PM. Reveló que a comienzos de los años 80, funcionarios policiales de distintos cuerpos concibieron la idea de crear un escuadrón de la muerte. El mismo Ledezma había aportado al grupo una lista con siete muchachos que debían ser asesinados.
Según Ledezma ese escuadrón poseía importantes secretos incluso en el ámbito político; dijo que la muerte del animador de televisión y candidato presidencial Renny Ottolina había sido realmente un asesinato. Estando aún preso en San Juan de los Morros, Ledezma recibió una segunda oferta para integrar un escuadrón de exterminio, éste sería liderado, según palabras de Ledezma, por el comisario Henry López Sisco y el ex funcionario de la PTJ, Anouel Pacheco, él declinó la oferta porque había cambiado y ya no creía en esa manera de ejercer la justicia.
argenis rafael ledezma mamera
Puntos nunca aclarados del caso
En el triple crimen de Mamera quedan una serie de puntos que hasta los momentos no han sido aclarados: ¿Realmente actuó solo Ledezma en el secuestro y asesinato de los tres muchachos? ¿El ex policía no sería formado como una maquina de matar durante los años de servicio militar?; ¿Hasta que punto es cierto que nunca ejecutó a guerrilleros detenidos en los Teatros de Operaciones en los que estuvo destacado? Y el más importante de todos ¿Dónde están los restos de Martín Mijares?

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