MISTERIOSA CAÍDA AL RÍOLos fiscales no pudieron determinar qué causó la herida fatal de Elizabeth Hisey
Para el momento en que nuestra historia cambia a segunda velocidad, en el verano de 1930, Elizabeth Hisey ya había tenido dos esposos: uno había muerto y del otro se había divorciado.Su primer cónyuge, Thomas King, le dejó una pequeña fortuna, invertida en su mayor parte en pequeñas empresas en la zona de Midland, Ontario,en Canadá. Elizabeth tenía dos hijos adultos que vivían en el área: un varón, Cleophus, y una hija casada, Velma Bates.La familia fue muy unida hasta que Robert Elliott apareció en escena. Robert era un vendedor itinerante de la compañía Ralston Purina Co., de Woodstock, además de todo un galán con las mujeres.Elizabeth, de unos cincuenta y tantos años, quedó totalmente cautivada por el elocuente vendedor. Su hijo no aprobaba la relación, principalmente porque Robert tenía a una señora Elliott oculta en algún lugar.Entra en escena Gordon Gastle, un agradable joven conocido de Elliott, quien lo presentó a la señora Hisey. Por casualidad, Elizabeth necesitaba a una persona versátil para hacer diversas reparaciones menores en sus propiedades, además de trabajar como su chofer. Así que lo contrató de inmediato. En las siguientes semanas el muchacho demostró ser un empleado esmerado y trabajador.Ahora conocen a todos los protagonistas del colosal drama que pronto tendría lugar: el afable vendedor, la viuda de mediana edad, su hijo y, por supuesto, el chofer.En el verano de 1930, Elizabeth compró el arruinado hotel Palmer House, ubicado en Waubaushene, con la intención de renovarlo y administrarlo de manera lucrativa. A medida que el trabajo avanzaba, Gordon se convirtió en el capataz general y supervisaba a los carpinteros y jornaleros de la obra.Un día, mientras las renovaciones aún estaban llevándose a cabo, Elizabeth decidió que se prepararan dos habitaciones, de forma que ella y Gordon pudieran pasar la noche allí. Esa misma noche se desató un incendio y la vieja estructura se quemó hasta los cimientos. Elizabeth y Gordon tuvieron la suerte de poder escapar por una ventana de la planta baja. Elizabeth cobró el seguro del edificio y lo que había dentro del mismo.El 17 de febrero de 1931, la dama decidió que quería visitar las cataratas del Niágara. Pese a que vivía cerca de la atracción turística, ella nunca había visitado la península del Niágara. Cuando sus amigos y familiares le sugirieron que esperara hasta el verano, ella insistió en realizar el viaje en lo más crudo del invierno. Y partieron. Gordon estaba al volante y Elizabeth, toda formal, en el asiento trasero de su vehículo Nash. Al llegar a las cataratas, tomaron habitaciones en el General Brock Hotel. En la noche del día 18 pudieron apreciar las luces de colores que iluminaban las espectaculares cataratas de fama mundial.Por pedido de Elizabeth fueron en auto hasta Chippewa, dieron una vuelta y regresaron al hotel. Nevaba ligeramente a lo largo de la carretera del río.En aquellos días, la mayor parte del río Niágara no era visible para los conductores como lo es hoy en día. Cerca de las cataratas, la carretera se encuentra a un lado del río. El pavimento estaba cubierto de hielo. De alguna forma, los neumáticos del costado derecho del Nash cayeron en una cuneta y el auto viró abruptamente hacia la derecha, cayendo directamente en el río Niágara.William Ingram, de Chippewa, conducía por el camino esa noche cuando advirtió las huellas de un frenazo y se detuvo. A un lado de la orilla del río encontró a Gordon, quien yacía de espaldas. El joven lloraba de manera incontrolable. Cuando Ingram se inclinó para prestarle ayuda, pareció perder el sentido. Al recuperar la conciencia, Ingram lo llevó a la estación de policía de Niágara Parks.Una vez en la estación, Gordon dijo que Elizabeth aún debía estar en el auto. Él había logrado saltar mientras el vehículo caía por la empinada orilla del río.La policía corrió a la zona y observó el auto en el río. Las luces aún estaban encendidas. El cuerpo de Elizabeth fue extraído del automóvil, después de lo cual fue examinado por un médico forense, quien notó que la cabeza había sido aplastada.Se inspeccionó el interior del auto en busca de rastros de sangre. No encontraron nada, lo cual indicaba que la herida de Elizabeth podía haber ocurrido cuando iba cayendo al río o cuando ya estaba en el agua, por lo que la sangre había sido lavada por la corriente. Se planteó la hipótesis de que si la dama hubiera recibido el fuerte golpe en la orilla del río, allí se hubiera encontrado una cantidad considerable de sangre que posiblemente la corriente no hubiera limpiado.El 19 de febrero, el doctor Logan realizó una autopsia. Descubrió que sólo había una pequeña cantidad de agua en uno de los pulmones, mientras que en el otro no había nada. Con esto se descartó el ahogamiento como la causa de muerte y se dio origen a varias interrogantes que invitaban a la reflexión.¿Se había volcado el auto, lo cual había lanzado a Elizabeth hacia el volante? ¿Cómo pudo Gordon salir del vehículo a tiempo para salvarse de los remolinos de agua en el río?Gordon estaba en estado de shock, por lo que fue internado en el hospital. La policía siguió interrogándolo. Relató que perdió el control del auto y saltó mientras éste caía por la empinada orilla al río. No podía agregar más.En Midland, el hijo de Elizabeth, Cleophus, se enteró de que su madre había redactado un testamento y designado a Robert Elliott como albacea. Cuando descubrió que el testamento tenía la escritura de Elliott, le informó a su abogado que quería que se investigara la muerte de su madre. Cleophus creía firmemente que, de alguna forma, Elliott era responsable por la intempestiva tragedia que le había acaecido a su madre.Se realizó una investigación forense. Más tarde, el jurado llegaría a la poco satisfactoria conclusión de que no estaba en capacidad de determinar cuándo o cómo había sufrido Elizabeth la fractura de cráneo que le causó la muerte.Además, aseveró que Gordon Gastle fue negligente al no lograr controlar el Nash en el infortunado momento.
Los resultados de la investigación forense no desalentaron en lo absoluto a la policía de la provincia, que siguió ahondando en el caso. Los agentes descubrieron que Elliott tenía a una joven en la mira, Viola Marchaldon, quien no tenía idea de que su pretendiente era un hombre casado.Ella y Elliott habían visitado las cataratas del Niágara apenas dos semanas antes de la muerte de Elizabeth. Gordon conducía el auto, haciendo de chofer, y los tres se habían detenido a estudiar el lugar exacto en que Elizabeth caería a las gélidas aguas. Fue el primer progreso en el caso.Durante la investigación forense, Gordon había jurado que nunca había conducido por la carretera del río hasta la noche de la muerte de Elizabeth. Lentamente, el asunto comenzaba a aclararse.¿Era posible que Elliott y Gastle hubieran conspirado para asesinar a Elizabeth, primero al incendiar el hotel Palmer House y, cuando ese plan fracasó, al escenificar un falso accidente vial en la desierta carretera del río?La fiscalía consideró que tenía suficiente para proceder a un juicio. El 9 de abril de 1931, Gordon Gastle y Robert Elliott fueron acusados de homicidio. Su juicio captó la atención de todo el país ese año.Los abogados de la defensa señalaron que no se había encontrado ningún arma que hubiera podido causar la herida de Elizabeth. Sin duda, el Nash se había volcado y Elizabeth pudo ser arrojada hacia el volante. También señalaron que fue Elizabeth quien insistió en realizar el viaje. Era claro que la premeditación era improbable. Además, consideraban que no se había establecido ningún móvil.Los defensores presentaron una petición de sobreseimiento. Después de un breve receso, el juez estuvo de acuerdo y afirmó: "No tengo ninguna duda de que la señora Hisey murió antes de que el auto entrara en el agua. ¿Podemos encontrar alguna evidencia de que se usó violencia para causar la muerte? En caso negativo, debemos concluir que murió cuando el auto se volcó al caer al río".Robert Elliott y Gordon Gastle fueron absueltos de la muerte de Elizabeth Hisey.Sin embargo, fueron enjuiciados y declarados culpables de incendiar el hotel Palmer House. Por este caso, Elliott fue condenado a cinco años de cárcel y Gordon a tres.Traducción: José Peralta.
Ilustraciones: David Márquez. davidmarquez@cantv.net
Tomado de la Revista Estampas del Universal
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